miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo que los PADRES deben saber de las drogas


Drogas ha habido y habrá siempre, y no podemos pensar que nuestros hijos no tendrán ningún tipo de relación con ellas. Tenemos que ayudarles a crecer y a madurar en un mundo donde existen las drogas y, si entran en contacto con ellas, que puedan tener referentes claros para que puedan decidir y su actuación no les cree problemas. Los jóvenes tienen que llegar a ser capaces de decidir por sí mismos, no dejándose llevar por las influencias sociales mediáticas, ni por las presiones de grupos de iguales para consumir drogas tanto legales como ilegales. La comunicación, el afecto y el reconocimiento en el contexto familiar, les pueden ayudar en la elección.
En la sociedad de hoy predomina en muchos aspectos la filosofía hedonista, de búsqueda de satisfacción y de placer, con un gran miedo y rechazo hacia todos los aspectos que puedan suponer emociones negativas como tristeza, ansiedad, sufrimiento y dolor. Las drogas han adquirido una gran importancia en este ámbito. Las drogas pueden proporcionar diversión, alegría, aunque sea artificial, y también placer, todo rápido y sin esfuerzo. Estas mismas sustancias también pueden suponer un alivio, aunque sea momentáneo, ante situaciones de sufrimiento tanto físico como emocional. De alguna manera, las drogas pueden proporcionar una salida fácil a situaciones complicadas, para las que una persona tendría que esforzarse y sufrir incluso, para poder superar.
La década de los noventa y los nuevos usos de drogas
En las últimas décadas del siglo XX se han producido cambios importantes en el consumo de drogas, que han afectado tanto a drogas que consideramos "clásicas" (alcohol, tabaco y hachís), en las que se ha observado una modificación de los patrones de consumo, como a la aparición de nuevas sustancias de abuso (éxtasis y otras drogas de diseño) y a la expansión de los psicoestimulantes (cocaína) entre la población general.
Hasta la década de los 80, el consumo de sustancias psicoactivas en la población de adolescentes se iniciaba a edades relativamente precoces con las drogas legales (tabaco y alcohol), con mayor predominancia en la población masculina, y sólo posteriormente y de forma minoritaria se detectaban consumos de drogas ilegales, siendo en general los sujetos con problemas de consumo, los pertenecientes a estratos socioculturales medio- bajos.

A partir de la década de los 90, surgen con gran ímpetu una serie de sustancias que se consumen sobre todo durante los fines de semana, en el contexto de fiestas. Son derivados sintéticos de las anfetaminas y llegan rodeadas de un halo de seguridad y diversión. A partir de este momento, el perfil del consumidor "tipo" cambia de una forma radical. Cualquiera puede consumir fuera de ambientes marginales y criminalizados, se democratizan las drogas, todos los estratos sociales están presentes, y se minimizan los posibles problemas que puede ocasionar el consumo. Se participa de la visión de que el consumidor de fin de semana es un sujeto adaptado, sin problemas, que usa estas sustancias de forma totalmente controlada, para el ocio, la diversión, para relacionarse mejor. También ligado a este fenómeno del ocio, en las últimas décadas se ha producido un cambio importante en el consumo de alcohol, con una disminución en la edad de inicio de su uso, un aumento importante en la población adolescente femenina, y un consumo de grandes cantidades durante los fines de semana.
Otra droga que ha experimentado cambios, es el tabaco. A pesar de las campañas preventivas, los jóvenes siguen iniciándose igual en su consumo, y además se observa que es la población femenina la que más fuma en los estratos adolescentes de la población siendo, además, muy poco sensibles a los mensajes de salud que se imparten en los ámbitos escolares.
Con respecto al hachís, se está observando un contacto cada vez más precoz y frecuente, tras años de estabilización. Además de este aumento del consumo, se recogen opiniones que minimizan los problemas que puede acarrear un consumo mantenido. La cocaína, dentro de las sustancias estimulantes, ha experimentado un incremento muy llamativo en el consumo, detectándose en población normalizada, y ligada a los ambientes de fin de semana y de fiestas.
El adolescente y las drogas
Los primeros contactos con las drogas se producen con mayor frecuencia en el periodo final de la niñez y en la adolescencia. El adolescente es una persona que está atravesando un periodo peculiar de su desarrollo, en el que tiene que consolidar las bases de su salud mental y física, de las cuales dependerá su futuro. Es un momento donde, en muchas ocasiones, se decidirán las bases de la vida adulta, y donde se elegirán alternativas, a veces, sin posibilidad de retroceso.
El adolescente ensaya modos de vida diferentes que puedan sustituir a aquellos que durante su infancia le resultaban incuestionables. Establece alianzas con sus compañeros con los que obtiene la validación de sus cambios, y un característico sentimiento de invulnerabilidad y omnipotencia le permiten explorar nuevas sensaciones sin evaluar de forma completa los riesgos que asume. En este terreno, el adolescente se guiará por los modelos conductuales de sus iguales en todos los sentidos y, por lo tanto, también en los primeros escarceos con las drogas.
Además, durante esta etapa el adolescente experimenta un aumento de la vulnerabilidad al estrés, la frustración y la ansiedad, que incrementan la probabilidad de que al entrar en contacto con las drogas pueda desarrollar un abuso grave o incluso una dependencia.
La familia y el adolescente
El adolescente en esta etapa sufre cambios, tanto a nivel físico como psíquico. Ya no es un niño, pero tampoco es un adulto, lo que comporta una sensación de desequilibrio e inestabilidad. Los padres del adolescente también sufren esta inestabilidad, el rol que tenían delante de su hijo-niño deberá también adaptarse al hijo-adulto, lo que acarrea nuevas formas de comunicación y relación. La familia juega un papel muy importante en el desarrollo evolutivo del hijo, en su formación y en el desarrollo de su personalidad, y debe estar presente y atenta a las dificultades que puedan ir surgiendo y que puedan conllevar alteraciones de este desarrollo. Dentro de estas dificultades encontramos el tema de las drogas.
El papel de los padres
El papel de los padres debe ir cambiando a medida que los hijos van creciendo. La función de controlador disminuirá conforme avanza la edad del niño, y poco a poco deberán razonarse las normas, apoyándose en una comunicación franca. Se deberá fomentar la independencia e individuación de los hijos, con derechos y responsabilidades.
Con la edad, los hijos comienzan a ver a los padres como seres humanos corrientes, con defectos y virtudes, por lo tanto se vuelven más críticos con nuestros actos. Los padres debemos esforzarnos en ser modelos para nuestros hijos. Los valores familiares son una transmisión importante para el joven. Deberán reflexionar sobre el consumismo, el placer por el placer, la competitividad, la evitación del sufrimiento, el tiempo y el tipo de ocio, actitudes y situaciones muy relacionadas con las drogas y el mundo de satisfacción irreal que prometen.
Fomentar el diálogo es muy importante para la formación del hijo. Nos ayudará a poder transmitir valores, conocer cómo piensa el adolescente, estar en contacto con sus inquietudes.
La actitud de los padres frente a las drogas será importante para el hijo. Lo que piensan y lo que hacen los progenitores y los hermanos ya adultos tendrá un valor modelador. Se conoce que, además de factores genéticos, la observación cotidiana de abuso de alcohol por parte de los padres es una variable de riesgo para el futuro de los hijos. También el uso de tabaco por parte de padres y hermanos tiene influencia en el tabaquismo posterior de los hijos menores.
Hablar con los hijos de drogas.
Los padres temen el posible consumo de drogas por parte del adolescente, pero la mayoría no se atreven a hablar del tema en casa con su hijo. Este temor se debe en general a que los padres tienen poca información sobre las drogas y todo el mundo que las rodea. No se debe crear un espacio especial para hablar sólo de drogas. Tampoco es útil crear un monólogo moralizante, en el que los padres se dedican sólo a repetir que las drogas son malas. Se debe buscar el espacio, con un diálogo abierto en ambas direcciones, teniendo en cuenta sus opiniones, y aprovechando las situaciones que aparezcan y que tengan en cuenta el tema: un artículo en el periódico, un comentario de TV sobre una película, el caso de un compañero...
Sólo cuando los padres tengamos conceptos claros y sencillos, y los compartamos con nuestros hijos con veracidad, nos podremos acercar a ellos, tanto cuando no hay problemas, como cuando pueden empezar a contactar con ellos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leslie:
Es importante que los padres tengan buena comunicacion con sus hijos, para que no se lamenten despues.